Por: María Camila Rojas Torres
Estudiante VIII Semestre de Gobierno y Relaciones Internacionales
Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales
Programa de Voluntariado FIGRI
Mi
entrada a la Universidad Externado de Colombia la podría llamar peculiar, pues
en mis planes nunca estuvo estudiar en ella. Menos, estudiar Gobierno y Relaciones Internacionales; pero bueno, así es como comienzan los
buenos cambios de la vida, de situaciones peculiares que nunca pensamos que van
a pasar.
Hace dos semestres aproximadamente, me enteré que la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales, me
daban la oportunidad de homologar dos créditos si me interesaba hacer
voluntariado en el marco del convenio que tienen con algunas organizaciones que la universidad. Tengo que ser honesta al decir que la idea de hacer voluntariado me
gustaba mucho, puesto que cuando entré a la universidad, la única manera en la
que pude cambiar el rumbo de mi vida era con el trabajo social. Sin embargo,
nunca fui buena con los niños, no me gustaban y me solía estresar mucho con
ellos. Por eso y luego de que pasara un semestre entre la incertidumbre de
hacer voluntariado, sin importar la homologación de los dos créditos, y de ser
parte de AIESEC, el semestre pasado (2016-II) me aventuré a hacerlos, dejando a
AIESEC y abriendo nuevos cambios para mi vida.
Cuando
decidí hacer voluntariado me di cuenta que ya estaba un poco tarde, pues
algunas de las organizaciones ya habían cerrado inscripciones de voluntarios y
solo las que estaban ubicadas en el barrio Egipto aun las tenían abiertas. Así que fui hablar con la profesora
Margarita Marín y me aventuré en este nuevo viaje con el proyecto “Una Sonrisa para Egipto”, que se realiza en la parroquia Egipto. Allí la Universidad apoya la biblioteca y yo decidí unirme a este esfuerzo.
Cuando
salí de la oficina de la profesora Margarita pensé que me había equivocado, pues tenia que trabajar con niños y cumplir con unas horas que inicialmente no había considerado por la carga académica que implica estar en FIGRI. En resumen, era una gran responsabilidad, pero luego solo pensé en que era hora de abrirme
hacia los niños y lo que tendría que venir, lo iba a recibir con los abrazos
abiertos.
El primer día comencé con una pequeña introducción de lo que iba
hacer el voluntariado, de mis tareas y mis horarios. Todo se pactó así: iba a
tener que ir los lunes de once a una de la tarde, el martes y viernes de dos a
cuatro de la tarde, en los cuales, iba a tener que ayudar en la biblioteca con
actividades variadas como hacer refuerzo escolar, lo que significa ayudar con las tareas de l@s niñ@s, limpiar y ordenar
libros y, ayudar con las actividades sociales que se programan para ellos, como es el día del Halloween, donde se hacen disfraces y decoraciones.
Las
primeras semanas me tocó conocer niñ@ por niñ@, conocer qué clase de tareas
traía y con qué temperamento tenía que lidiar. Esto fue quizá lo más complicado. Hay
que hacer un paréntesis con este factor, pues los niños que van, son de bajos
recursos, de un temperamento poco manejable y a los cuales hay que tenerles mas
paciencia a la hora de tener una conversación con ellos, por los diferentes
aspectos coyunturales que viven día a día en sus hogares pero, esto hacia mas
interesante y preocupante, a la vez, la tarea que tenia que realizar.
Al pasar
las semanas, los niños se fueron acoplando a mi, y yo a ellos. Ya sabía cuáles eran las tareas que se me facilitaban a la hora de ayudarlos, las matemáticas,
y no había día en la que no me pidieran el favor de ayudarla con esa clase de
tareas. Con las niñas las relaciones fueron un poco más fácil de encajar que con
los niños, pues los niños son un poco mas rudos con las mujeres, pero al final
no fue difícil acoplarme a ellos y poder hacer una relaciones de amistad y
risas.
Así
transcurrió esta actividad peculiar. Llegar, hablar con ellos un poco,
preguntar quien tenia tareas, hacerlas y luego sacar un tiempo de diversión
jugando a las escondidas (actividad preferida para ellos y para mi). Aprendí a
tenerle paciencia a los niños, a divertirme con ellos, a entender un poco un
nuevo ambiente de vulnerabilidad y volver a ser niña. Luego de ver al
voluntariado como un reto para mi, lo comencé a ver como un momento de
relajación de la semana, en donde, los niños eran parte fundamental para
quitarte el peso de la universidad y solo divertirse con ellos como ellos
querían.
Para el
próximo semestre quiero seguir haciendo voluntariado con el proyecto “Una sonrisa para Egipto” y poder participar en otras organizaciones
con las que hay vínculo, para no dejar de lado el desarrollo de la solidaridad, el altruismo ni la responsabilidad social que debe caber en todo profesional del siglo XXI. Todos debemos retornar las oportunidades a las comunidades vulnerables. Con este programa de voluntariado todos tenemos la posibilidad de seguir aprendiendo, de enfrentarnos a nuevos retos.