Margarita Marín
(04/09/2012)
Cuando una colectividad actúa sistemáticamente en la búsqueda de un
cambio o para resistirse a él, en el medio en el que se encuentra, sin duda se
está en presencia de un movimiento social. No obstante, para que tenga éxito
una empresa como estas se requiere emprender una estrategia de movilización
social que implica la utilización de las tecnologías de la información y las
comunicaciones. Más allá de las herramientas, se busca movilizar voluntades y
deseos entorno a proyectos de desarrollo que de suyo involucran una posición
política. Ello requiere prever: organización, intereses, recursos,
oportunidades y establecer estrategias de acción (Puricelli, 2005).
Bien, si se analiza desde esta perspectiva a los movimientos sociales,
el abordaje será desde la teoría de la movilización de recursos que es todo un
paradigma en términos de acción colectiva entre grupos con intereses diferentes.
Todas y cada una de las variables posibilita acercamientos para entender los
movimientos sociales pero en tanto que los recursos están direccionados a lo
cuantitativo, deja de lado lo cualitativo.
Es por esto que hay autores que prefieren referirse a las estrategias de
advocacy aun cuando en Colombia se ha
popularizado el término lobby. Las
estrategias de abogar o defender (las primeras) son más amplias. De hecho,
implican (la segunda) la de cabildeo. Se puede abogar mediante diferentes
repertorios y dirigidos a públicos distintos. En otras palabras, desde la
sociedad civil se ejerce influencia con diferentes tácticas y ellas dependen
del contexto y del tema. De hecho Keck y Sikkink (2000) anotan que las redes de
defensa han descubierto maneras creativas para abordar demandas, que
precisamente no son nuevas. Son eso: creativas.
Aquella táctica de ubicar acciones o historias que den un sentido y
presentar la información compleja de manera sencilla; es decir, llegar en el lenguaje
preciso a los diferentes públicos es parte de la movilización de recursos que
tiene que ver con las formas organizativas, los objetivos, los discursos, las
tácticas (según espacio y tiempo), los repertorios y por supuesto los recursos
económicos. Sin duda, otro enfoque en el análisis de la movilización de
recursos. Un análisis de la acción colectiva “en términos de la lógica de la
interacción estratégica y de los cálculos costo-beneficio” (Cohen y Arato, 2000,
561).
En esos términos, anota Tilly (Cohen y Arato, 2000, 563), la sociedad
civil (diferenciada del Estado y de la economía), aparece como un espacio para
la acción colectiva. Es decir, la sociedad civil posibilita un mejor
entendimiento de los movimientos modernos porque la reconformación de las
solidaridades, en el largo plazo, posibilita o abre espacio para un cambio
estructural. La presión y la tensión, constituyen tácticas del pasado. De
hecho, Keck y Sikkink (2000) muestran que hoy la acción colectiva no es
sinónimo de masas. Muchas veces, un litigio en las cortes puede ocasionar más
impacto mediático y resultados en términos de incidencia que repertorios
masivos. Aun así la calle sigue siendo un espacio público para llamar la
atención para la indignación. Dos casos ilustran esta discusión: en el ámbito
local, la Ley General Forestal y su declaratoria de inexequibilidad y en el
ámbito internacional el frenazo al Acuerdo Multilateral de Inversiones. Un poco
más reciente, el M-15, donde las solidaridades están en juego, pero este
principio no es compartido.
Bibliografía
Cohen y Arato, 2000, “Sociedad civil y
teoría política”, Fondo de Cultura Económica, México.
Keck y Sikkink, 2000, “Activistas sin
fronteras”, Fondo de Cultura Económica, México.
Puricelli, Sonia, 2005. “La teoría de la
movilización de recursos en América Latina”, en Theomai, Universidad de
Zacatecas, México.