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martes, 5 de diciembre de 2017

Dar siempre más


Por: Ángela Bedoya

De Antonio Gramsci aprendí que no se puede ser indiferente cuando se vive en sociedad. La sociedad es una red de la que todos hacemos parte, aquí todos somos sociedad.  De Estanislao Zuleta aprendí que las miserias no hay que vivirlas de manera dispersa, que es mejor vivir nuestras miserias en comunidad, en vez de refugiarnos en un rincón a soportar solos y por nuestra cuenta el peso de nuestra propia miseria.

Pese a sus lecciones, que las encontré en un papel, encontré una mejor lección en la práctica. Con el Voluntariado Profesional FIGRI que hice en una investigación con la Corporación Nuevo Arco Iris aprendí que solo se deja de ser indiferente cuando caemos en la práctica, cuando dejamos de pensarlo o de decirlo y empezamos a actuar. También comprendí que hay mucha gente en este país viviendo tantas miserias de manera aislada. 

Con el Voluntario Profesional FIGRI pude aproximarme a la realidad de una de esas miserias que afectan a una población específica y en lugares muy específicos del país. El asesinado selectivo de líderes sociales y defensores de derechos humanos, muertes que al parecer a pocos nos duelen y que muchos prefieren ignorar






Durante el voluntariado emprendí junto con dos valientes externadistas, a los cuales agradezco su compromiso y entusiasmo; la misión de elaborar una matriz de seguimiento al Punto 3.4 del Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto, firmado hace poco más de un año entre el Gobierno Nacional y las Farc. Este punto habla sobre las garantías de seguridad y la implementación de una política pública que ayude a proteger y a preservar las vidas de los defensores de derechos humanos y líderes sociales.

Ha sido un largo año, un año con altibajos para la implementación de los puntos acordados en el Congreso y un año más en el que el gobierno sigue empecinado en negar la sistematicidad de los eventos. A quienes lean este interesante blog, quiero decirles que en los pueblos y en los campos de Colombia, se mata a quienes defienden los derechos ambientales, a quienes defienden el derecho de propiedad y el buen uso de la tierra, a quienes defienden una vida digna para los campesinos, a quienes hacen parte de las tribus indígenas o afrodescendientes.

Lo más difícil de la investigación es la identificación de los presuntos responsables de los crímenes. Muchos obstáculos se presentan en el camino, la justicia ordinaria poco profundiza en los eventos, ya sea por temor o por venta de la función; los autores materiales suelen ser sicarios que impiden esclarecer la responsabilidad de los autores intelectuales; y, la amenaza es constante para quienes tengan intenciones de denunciar los hechos. Las hipótesis que los expertos plantean es que estos crímenes son responsabilidad de grupos paramilitares o de organizaciones derivadas del paramilitarismo. Por cómo operan los perpetradores, se hace urgente la intervención del Estado con todo su aparato policivo y judicial. La sangre derramada es de inocentes que luchan día a día, con lo poquito que tienen, para mejorar los niveles de calidad de vida de los suyos.

Aquí es donde impacta la función de la Corporación Nuevo Arco Iris, pues refleja valentía en cada uno de sus miembros; compromiso social, que a veces le falta al mismo Estado; consciencia colectiva con cada informe y libro que llega a manos de los lectores inquietos; y la oferta de una visión que difiere de las tradicionales, pues son las tradiciones las que están cegando los ojos de las personas del común que no logran ser conscientes de los niveles de violencia que viven nuestros co-ciudadanos en diferentes regiones a lo largo y ancho del país.