Margarita Marín
(Publicado: 22 de agosto de 2012)
Quienes sean amantes del
arte cinematográfico seguramente habrán aprovechado este largo fin de semana
festivo para disfrutar “La fuente de las mujeres” (La source des femmes). Un hermoso
film de Radu Mihaileanu.
Protagonizada por Leïla Bekhti y Hafsia Herzi.
Una historia que se
desarrolla en algún
lugar entre el norte de África y Oriente Medio donde, por tradición, las
mujeres deben ir a traer el agua a una fuente que queda en lo alto de una
montaña. Las condiciones ambientales no son las mejores. Un ardiente sol típico
de la región y un árido suelo pedregoso hace que la tarea sea bastante difícil.
Sin agua, los niños se enferman y mueren, pero la cultura y la religión hacen
que la tradición permanezca. No obstante, un día mientras las mujeres toman un
baño, Leila, una joven casada, propone al resto de mujeres una huelga de amor:
nada de sexo hasta que los hombres colaboren en el traslado del agua e
incentiva que se busque que el agua sea canalizada hasta la aldea.
Hasta allí, una historia que puede replicarse en muchos pueblos
del tercer mundo, e incluso en algunas pequeñas ciudades de países de
desarrollo medio. Una historia que muestra el proceso de emancipación femenina,
describiendo cómo el grupo se concientiza de los problemas que acarrea una
situación y de las capacidades que pueden ser desarrolladas aún con pocos
medios. Sin duda, hay una identidad colectiva, característica de los nuevos
movimientos sociales (la de género) y, a partir de allí se motiva la
participación y la movilización. Ellas, las mujeres, que adelantan todas las
actividades del hogar, también deben ir a traer el agua mientras los hombres
toman te y descansan bajo la sombra. Son sus hijos los que mueren por las
enfermedades que causa el no contar con agua potable y, para compensarlo,
simplemente deben parir más hijos.
Durante el baño, cuando las mujeres están juntas y hablan
de sus problemas se concreta lo que Laraña (Delgado, 2007, 46) llama “la
capacidad de reflexividad” y una vez lograda, se orientan hacia el cambio
social. Entonces, desarrollan una serie de repertorios como “la huelga de amor”
que como indica Charles Tilly (Cohen & Arato, 2002, 566) supone costos y
trae beneficios en forma de bienes colectivos. Costos que son sugeridos en el
film y que afortunadamente no se ven, pero esa es parte de la magia del cine.
El observador sabe que se suceden, pero los sonidos los hacen más que evidentes
y las sombras ocultan oscuridades como la violación y otros atropellos. También
hay repertorios creativos, como la construcción del pozo seco o fuente de
espinas y la presentación que se hace ante los turistas e incluso la de la plaza
del pueblo, donde los hombres intentan ser el centro de atención, pero son
sorprendidos por la creatividad de las mujeres que logran incluso movilizar a
los jóvenes y engañar a los facinerosos que son contratados por los hombres
para que las secuestren.
Más allá de las acciones colectivas que visibilizan la situación,
recurren a los estrados judiciales para solicitar el servicio de canalización
del agua. Se litiga para que el Estado provea de agua a la aldea. El rumor juega
su propio rol en la circulación de la información. Hay cabildeo (lobby), con los influyentes: los
periodistas, para que se informe lo que sucede y, con los religiosos,
evidenciando el juego político que hay por debajo de la mesa. El lobby evidencia la inclusión en la
discusión. No todas las acciones logran los impactos esperados, pero el que
puede ser el más largo, logra el efecto. El Estado ordena la canalización del agua
para la aldea, y los hombres no tuvieron más remedio que acompañar el proceso.
A lo largo del film, el espectador puede detectar esa
imbricación natural entre acción colectiva y movimientos sociales que no
siempre es para obtener apoyo ni poder político, simplemente se busca convencer
a otros de la justicia de una causa. En otras palabras, del beneficio colectivo
que se logra con un cambio, en el caso del film; pero en el mundo de la vida,
para usar los términos de Habermas, puede ser lo positivo de mantener una
situación. Lo importante es la democratización de los valores, normas e
instituciones.
Bibliografía
Delgado Ricardo, 2007. “Los marcos de la acción colectiva
y sus implicaciones culturales en la construcción de ciudadanía”, en Universitas Humanística, No. 64,
julio-diciembre, pp. 41-66.
Cohen Jean y Andrew Arato, 2002, “Los movimientos
sociales y la sociedad civil”, en Sociedad
Civil y Teoría Política, Fondo de Cultura Económica, México, 556-635.